David Pérez Rulfo - Corporativa de Fundaciones
Integrar al inmigrante, necesidad de nuestra comunidad
Durante mucho tiempo la ciudad de Guadalajara y el Estado de Jalisco, se colocaron en los nada honrosos primeros lugares en proveer de compatriotas al desarrollo de los Estados Unidos, es decir, se nos consideraba como uno de los estados “expulsores”, en el lenguaje de la migración.
Nuestros paisanos, se iban con el sueño de encontrar una comunidad que brindara mejores oportunidades para ellos y sus familias; durante decenios los mexicanos defendimos su necesidad de migrar y celebramos incluso su capacidad para adoptar y hasta apropiarse de otras ciudades, aunque como gobierno y sociedad no les hayamos dado las oportunidades suficientes y defendido su otro derecho superior: su derecho a no migrar.
Por ello, millones de nuestros compatriotas tienen hoy su comunidad de origen aquí,o en los altos de Jalisco y su comunidad de adopción en los Ángeles o Chicago,por ejemplo.
Sin embargo, hoy por hoy la ciudad de Guadalajara, la comunidad que conformamos todos los que habitamos este espacio geográfico, en el que compartimos problemáticas,y también esperanzas y anhelos experimenta el efecto contrario.
Esta comunidad, hoy y ahora, este lugar y este espacio, en el que probablemente hayamos vivido desde nuestro nacimiento, el que también pueda ser origen de nuestros padres y abuelos, o el que hayamos decidido adoptar para vivir aquí, es el mismo lugar en el que apenas ayer, con una mochila, una cobija, con muchos planes, temores y hambre, arribando sobre el lomo de un tren, se ha convertido en un destino final.
Para decirlo más claro, la Zona Metropolitana de Guadalajara es ya una ciudad de destino, es decir “de y para” inmigrantes, lo que ha generado que hoy, en este nuestro espacio, ya existan asentamientos concentrados de inmigrantes centroamericanos, por ejemplo, en Miramar y las Mesas en Zapopan, y en Jauja y la ladrillera en Tonalá.
Es nuestro deber actuar lo más pronto posible, para que ellos puedan integrarse y contribuir a nuestro desarrollo tanto como al propio, generando alternativas en las que la informalidad y el subempleo no sean las únicas opciones, en el mejor de los casos. De hacer algo para que la pobreza perpetuada, la inseguridad y la delincuencia no se conviertan en el único escenario probable.
Por eso es imperioso qué, en un país como el nuestro dónde imperan el recelo y la desconfianza, se realicen acciones de interés público dónde participen los sectores académico, gubernamental, productivo, los organismos internacionales,las iglesias y la sociedad civil organizada, para proponer y llevar a cabo iniciativas muy concretas ante este fenómeno social irreversible en nuestra comunidad.
Es imprescindible visibilizar esta problemática desde otro punto de vista, y participar en una propuesta de innovación social que pueda acoger, proteger,promover e integrar a estas personas que han decidido hacer de nuestra ciudad su comunidad de adopción aunque su origen sea Estados Unidos, San Pedro Sula,Honduras, El Salvador o Guatemala.
Para terminar, les comparto las palabras de Eduardo Galeano, en la que nos deja claro que, al final, todos somos migrantes:
“En África empezó el viaje humano en el mundo. Desde allí emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos, y el sol se ocupó del reparto de los colores.
Ahora las mujeres y los hombres, arcoíris de la tierra, tenemos más colores que el arcoíris del cielo; pero somos todos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquísimos vienen del África.
Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras,y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido”.