Berenice Hernández - Diseñadora y empresaria. Madre de José Daniel, 12 años, dentro del Espectro Autista.
La aventura de la inclusión escolar
Dentro de los muchos retos para las familias que tenemos hijos con alguna discapacidad o diagnóstico neurológico que requiera de atención especial, el de la inclusión escolar es de los mayores retos.
Encontrar una escuela o centro educativo que quiera aceptar a un alumno o alumna que les implique hacer cambios o ser flexibles, no es fácil. Aún cuando se digan incluyentes, las puertas suelen estar cerradas. El –viacrucis- puede ser muy largo y muy desgastante.
Para las familias que tenemos un hijo con alguna discapacidad, muchas cosas en la vida cotidiana requieren de esfuerzos titánicos. Y la mayoría de las veces es por las demás personas que nada tienen que ver con su condición. Hacer cola en el súper, ir al parque, estar en el cine, ir a fiestas, y lo más, más absurdo: que tu hijo o hija, pueda tener educación junto a niños y niñas de su edad.
El rechazo, discriminación, falta de tolerancia, de solidaridad, es a lo que nos enfrentamos todos los días.
¿Por qué la inclusión escolar? ¿Por qué deben de estar los niños y niñas con alguna discapacidad o diagnóstico en una escuela regular? Porque es un lugar que les pertenece, que les debemos. Porque a los otros niños y niñas les parece normal que todos podamos convivir aceptando las diferencias. Porque así se educa para la paz.
Desde que mi hijo era muy pequeño, me di cuenta que su manera de ser podría sacar lo mejor y lo peor de cada persona.Esto sucede cuando nos vemos frente a algo o alguien diferente. Lo diferente nos asusta, nos confronta, nos intriga, nos reta. Podríamos actuar de formas muy distintas ante estas diferencias. Siendo espectadores, partícipes o dándoles la espalda.
Las escuelas que actúan como espectadores, son las que aceptan a niños y niñas con discapacidad y los dejan estar ahí. Les permiten asistir a sus instalaciones; sin hacer modificaciones a su curricula, sin hacer evaluaciones y programas pedagógicos y sin adecuar los plantel esa las necesidades de estos niños y niñas. Simplemente cumplen con la cuota de ser -buena onda- y quedar como escuela que cumple con la Ley de Educación Inclusiva[1], osea de aceptar a niños y niñas con discapacidad,dificultades severas de aprendizaje, de conducta o de comunicación.
Las escuelas partícipes. Son el modelo de escuela ideal, como la Ley lo contempla. Como con excepción sucede. Lo que debería de pasar para todos los niños y niñas que asisten a una escuela: asumir que cada uno de ellos es diferente, aprenden de maneras diversas, tienen retos individuales y que eso está bien. Que lo podemos hacer juntos y simultáneamente.
En estas escuelas las maestras y maestros son los que ponen el ejemplo. Los que se preparan, adecúan, integran. Los que ven a sus alumnas y alumnos como personas completas. Ahí, en esa aula, con ese ejemplo,no va a caber la exclusión, ni mucho menos, la discriminación de parte de nadie.
Por último, las escuelas que dan la espalada a lo diferente. Este modelo de escuela tiene sus días contados, pues cada vez menos niños y niñas encajan en un patrón, con o sin discapacidad. El mundo es muy amplio; existen infinitas maneras de vivir y de aprender.
Hace algunos años, cuando estaba desesperada por no encontrar respuestas ni lugares para mi hijo José Daniel, escribí algo que les quiero compartir:
- Cuando las reglas no se cumplen,cuando lo que esperas no sucede, ¡cuando no entiendes un carajo! No queda más que amar, con infinito respeto, con infinita paciencia y con infinita bondad. -
¡No descansen hasta ver a sus hijas e hijos en un buen lugar para aprender y jugar!
[1] http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/lge/LGE_ref32_01jun16.pdf